Riquelme juega y hace jugar

Es la manija de Boca, tanto en el Clausura como en la Libertadores. El entorno futbolero lo considera un jugador distinto. Empezando por sus colegas, pasando por los técnicos y ni hablar los hinchas. Y le adjudican un mérito extra, el de entender el juego como ningún otro.
La sensación, para qué negarlo, es una: en el fútbol argentino, Riquelme está por lo menos un escalón por encima del resto. Lo siente él, por supuesto; lo sienten sus rivales; lo sienten los técnicos; y ni hablar, también lo siente la gente. La pregunta del millón, entonces: ¿Cómo frenarlo?Y ahí, sinceramente, aparecen opiniones para todos los gustos. Están los que piensan que es necesario esperarlo en zona y darle metros para encararlo de frente, cuando viene con la pelota dominada. Otros, en cambio, se inclinan por asfixiarlo, por no dejarlo mover. Con uno o, eventualmente, dos hombres encima. La teoría, claro, se apaga cuando Román pone la pelota debajo de su suela y empieza a crear.La síntesis perfecta de lo que representa se vio ayer en La Bombonera. Pese a que en el arranque no gravitó tanto, después se puso al equipo al hombro y, con un jugador menos, Boca arrinconó a un tímido Independiente. Riquelme, una vez más, aportó su clase. Metiendo pases increíbles hacia los costados o dándole un perfecto "pase a la red" para decretar el merecido empate."Es calidad pura", fue la gráfica definición que dio este mediodía el técnico de Independiente, Pedro Troglio, quien a decir verdad ayer no encontró la manera de frenarlo. Probó distintas variantes y no hubo caso.No es uno más, por supuesto. Adentro de la cancha asume riesgos en cada momento. Sus detractores futboleros, le endilgan cierta "pachorra" para los tiempos que corren. Los que ven en él al jugador ideal, como lo asume públicamente el periodista Horacio Pagani, le adjudican el mérito "de entender el juego como ningún otro". Algo es seguro: Román nunca pasa inadvertido. Por suerte para el fútbol argentino.